viernes, 26 de julio de 2013

Santander. Baños de Ola.


A mediados de siglo XIX, siguiendo las corrientes médicas higienistas y su utilización como parte de recreo entre la alta burguesía, surge en las playas de Santander, al igual que ocurre en otras ciudades costeras españolas y europeas, la práctica de los baños de ola. Esta actividad balnearia trae consigo un gran cambio en las costumbres sociales y culturales de los veraneos de la época que motiva la aparición de nuevas edificaciones e infraestructuras, así como la puesta en marcha de distintas vías de comunicación que unen El Sardinero, hasta entonces prácticamente aislado, con el centro de la ciudad.
El Sardinero era, sin duda, uno de los lugares más privilegiados de la ciudad, tanto por su ubicación geográfica, como por las condiciones que se daban en él. Además de ser un lugar estratégicamente situado, con las condiciones ambientales adecuadas, desde el que se disfrutaba de una panorámica excepcional. Estos son algunos de los motivos por los que El Sardinero pasó a convertirse en un centro neurálgico del turismo en el norte de España.
En los primeros años del siglo XX se siguen publicando distintos tratados relativos a los baños de mar. El traje de baño constituye una pieza esencial de esta nueva costumbre, y las normas son muy estrictas, tanto en lo que se refiere a los colores y materiales como a su diseño. No hay que olvidar que los baños eran recomendados por los facultativos por motivos de salud, por lo que la estética era lo menos importante de estos trajes. Debido también a la moralidad de la época, el material más utilizado era la lana, para que no se pegase al cuerpo. Los colores de los trajes de baño eran oscuros, azules o marrones, y estaban compuestos por dos piezas: un pantalón largo y una blusa. La complejidad de estos trajes obligaban que los cambios de ropa tuvieran que hacerse en unas casetas instaladas en las playas a tal efecto y equipadas para la ocasión. José María de Pereda recoge en su novela Nubes de Estío el ambiente social que gira en torno a los baños de ola en Santander.
En un principio, las casas para los baños de mar eran muy modestas y tenían un carácter provisional. Sin embargo, esta nueva terapia de baño de oleaje fue cada vez más practicada Numerosas personas se desplazaban, especialmente desde Madrid y Castilla, para pasar el verano en El Sardinero. Este aumento de afluencia de turistas hace que se creen nuevas infraestructuras de carácter permanente. Las casas de baño comienzan a construirse con mejores materiales.
Las fachadas eran de madera y los tejados de zinc o teja. Pero no será hasta el siglo XX, cuando comience a utilizarse el hormigón, sobre todo cuando se construyen los grandes balnearios de mar.
La ciudad cuenta en esta época con cuatro estaciones balnearias: una en la primera playa de El Sardinero, otra en la segunda, también llamada playa de Castañeda, una tercera en la playa de la Magdalena y otra en La Concha. Además, en un primer momento, se instalaron unos baños flotantes en San Martín y Puerto Chico para las clases más modestas , que no podían permitirse el traslado a El Sardinero y el coste del uso de las instalaciones balnearias en esta zona.
La concurrencia en las playas de Santander se acrecentará cuando, a principios de siglo XX, Alfonso XIII y su familia convierten a la ciudad en la capital del veraneo regio. El Palacio Real de La Magdalena, residencia del monarca y su familia durante 17 años consecutivos, será además del emblema de la ciudad , el elemento nexo que garantiza las estancias estivales tanto de los monarcas y sus hijos, como del séquito cortesano. Este hecho dará lugar al aumento de la edificación en la zona para alojar a la aristocracia y la burguesía que imitaba las costumbres reales, precisando también lugares para el ocio y la diversión.
El Hotel Real y el Gran Hotel de El Sardinero acogerán a los más distinguidos veraneantes. También se encontraban en la avenida de los Hoteles otros establecimientos hoteleros como el París y el Roma. El Real Club de Tenis, el Gran Casino de el Sardinero o el Hipódromo de Bellavista eran lugares de encuentro, frecuentados tanto por las clases más altas como por la recién acaudalada burguesía deseosa de relacionarse con la aristocracia.
En definitiva con los Baños de Ola se inicia el proceso de un escenario soñado capaz de igualar a Santander con otras modernas ciudades balneario costeras europeas, como Dieppe, Deauville, Biarritz, Cannes o Niza, entre otras.